Bikepacking: Lo que no cabe en las bolsas no es necesario

25/05/2020
bikepacking, si no cabe en la bolsa no es necesario
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Soplan buenos vientos para el bikepacking, el ciclismo que aporta conocimiento con lo mínimo, vientos de popa que empujan una modalidad que cumple todos los requisitos que la nueva normalidad nos está imponiendo: es íntima, huye del bullicio, es contacto con la naturaleza, aumenta el ingenio, rompe con la rutina y vuelves con las alforjas cargadas de experiencia.

Como su nombre ya adelanta, hablamos de bicicleta lúdica cien por cien que mueve una modesta pero creciente industria al son de una demanda muy concreta, demanda que pide un equipaje para bicicletas por rutas menos concurridas y una dosis importante de imaginación

Y es sencillo, como decimos, no se necesita mucho, una cosa sobre todo, ganas de bicicleta y amor por ésta, y saber tirar con lo indispensable, pues las bolsas de bikepacking admiten lo justo para pedalear, pararse y ser feliz sobre una bicicleta, poquito más. 

Un buen momento para probarlo 

Hay que partir de la base que el bikepacking no es una modalidad muy extendida, si miráramos un mapamundi sin duda la zona roja estaría entre los Estados Unidos y el centro de Europa. Hablamos de una especialidad de mínimos, las bolsas del bikepacking clásico y riguroso son tres: la que se sitúa en el manillar, para elementos de acampada, plásticos y demás, la del sillín, para ropa de repuesto y la central, que va por debajo del tubo horizontal de la bicicleta. 

Con esas tres sumamos una capacidad de 30 litros, pero es que no necesitamos nada más, tres espacios para guardar lo esencial, que no aporta más de doce kilos de peso. Hablamos de tres bolsas de anclaje rápido, repartidas en el eje de la bicicleta, lo que facilita el equilibrio y la maniobrabilidad y mejora la aerodinámica. Por eso no es correcto hablar de alforjas, aquí hay que elegir muy bien lo que se lleva.  

El espíritu del bikepacking reside en el itinerario y éste busca lugares alejados y apartados, dibujar la ruta, marcar el camino y tirar millas. Por ejemplo, para ocho días hay que contar con repuesto de maillot y culotte, dos o tres mudas por si acaso, pantalón, camiseta, un plumas de esos que cabe en un puño y poco más.  Todo lo que no quepa ahí, no es necesario, porque el día no se llena de objetos y sí de experiencias, paisajes, charlas y vivencias en entornos que son pisados por muy pocos al cabo del año. 

La idea es montar un grupo, no muy grande, cinco es una cifra ideal, cargar la bolsa con lo recomendado y trazar una ruta, hacerse el Ebro, surcar los Pirineos sin sacar una media predeterminada ni kilometraje diario. Salir temprano, siempre buscar un emplazamiento que el sol ilumine de buena mañana y no tener un punto de llegada marcado, esa es la idea, aunque no es sencillo, los de ciudad a veces no nos hacemos a la idea de dormir en campo y al raso. 

Mi primera ruta de bikepacking 

Por eso es interesante iniciarse, abrir la mente y marcar una primera zona en el mapa. En España ya hay empresas que se dedican a guía y reservar a los ciclistas más curiosos de lugares poco transitados y alejados. Incluso ofrecen la opción de reservar habitación, de inicio.

La experiencia es un grado, hasta la tercera vez no sabes qué necesitas llevar en las bolsas del bikepacking, por medio pasas por un aprendizaje que también invita a probar a dormir en el campo, en un sitio tranquilo y seguro, que evite noches sin pegar ojo porque algún gracioso quiera cebarse con los ciclistas. 

Cuando uno le coge el punto sale por la mañana, para donde le coincide, come allí donde le va bien, y pedalea y pedalea hasta que caiga rendido, hasta que diga “aquí me quedo” para jugar a soñadores y hablar de la jornada, de lo que dio de sí y el paisaje que quedó atrás en el camino, pero para siempre en el recuerdo

 

Por Ibán Vega, desde El Cuaderno de JoanSeguidor

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